“Sobreviví a un trastorno de la conducta alimentaria”

Fecha de Publicación: 30 Noviembre 2022
Tiempo de Lectura: 9 Min.

Parece increíble escuchar que una pequeña de tan sólo 4 años sufra de un trastorno de conducta alimentaria (TCA). Pero así comenzó la historia de Bárbara Velarde Brandt, psicóloga experta en este tipo de desórdenes alimenticios que, tras haber sido catalogada como “la niña mañosa”, hoy nos cuenta porqué decidió “no morir, sin vivir” y, así, ayudar a cientos de personas que actualmente están sometidas a ese “secuestro mental” que provoca la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa o el trastorno por atracón.

Mi historia con los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) parte a los 4 años producto de eventos traumáticos. Así, un cuadro de ansiedad me llevó a somatizar dolores de estómago que gatillaron -por primera vez- en esa restricción alimentaria de manera inconsciente e indirecta. Simplemente evitaba comer, por lo que me transformé en aquella niña que siempre le dolía el estómago. Más tarde, fui catalogada como la “niña mañosa”.

Este es el testimonio de Bárbara Velarde Brandt (32), psicóloga clínica especialista es TCA, casada por Nicole Yentzen, hoy, un pilar en su historia.

El TCA se apoderó de mí por completo

Recuerdo haber pasado mi infancia sentada por horas en la cocina de mi casa, con el almuerzo servido y mis cuidadores (mamá, tías, abuela, nana) esperando a que comiera algo.

Había cosas que sí comía. Eran esos alimentos que me hacían feliz como galletas, dulces, frutas o cualquier alimento que yo lo considerara rico, por lo que de ahí viene la etiqueta de ‘mañosa’.

Pero fue en plena pubertad -con todo el proceso hormonal- que comienzo a compararme y a tener la idea de que no me gustaba mi cuerpo.

La restricción alimentaria ya no sólo era porque me dolía la “guatita”, sino que ahora también era un beneficio para mantenerme delgada y tener la aprobación de mi entorno, quienes me decían que me veía linda porque era flaca y que comía como “pajarito”: estigmas propios de una sociedad gordofóbica y pesocentrista que sigue estereotipos de bellezas absolutamente NO reales.

A medida que fui creciendo se sumaron problemas -propios de la adolescencia- donde mi TCA ya no sólo era una voz esporádica en mi cabeza, sino que se había apoderado por completo de mí. Había secuestrado mi mente, mi forma de relacionarme, mis acciones, mis comportamientos. Todo era guiado por esta terrible enfermedad.

Entré a la universidad y todo se hacía peor. Ya no podía concentrarme ni mantener relaciones interpersonales sanas. En mi cabeza sólo había pensamientos hostiles sobre mi cuerpo y la comida.

Fue así como a mis 23 años tengo mi primer encuentro con un entrenador fitness, quien me propone ingresar al mundo de la competición y accedí. ¿Qué podía perder? Ya me odiaba, y los cuerpos a alcanzar que te venden son bastantes atractivos.

Así que decidí entrar al mundo de la competición. En un principio, me fue muy fácil llevarlo, ya que era lo mismo que hacía con mi TCA: restringir mi comida y entrenar hasta que tu cuerpo ya no puede más.

Pero fue una muy mala decisión, ya que en este período logré enfermar tanto a mi cuerpo que toqué fondo.

Sin embargo, gracias a ese momento, pude darme cuenta lo enferma que estaba, el daño que me causaba a mí misma y a los demás. Vivir así era insostenible.

Gatillantes de mi enfermedad

Como especialista en este tipo de enfermedad, los gatillantes del TCA son multifactoriales. En mi caso, eventos traumáticos, abandono afectivo paterno, antecedentes genéticos por TCA de mi familia, mi entorno hablando de mi cuerpo y el cuerpo de los demás, los estereotipos de belleza, la violencia estética, el sistema de salud pesocentrista, médicos sin conocimiento de este tipo de enfermedad, la falta de actualización de los profesionales de la salud al diagnosticar. Tratar y rehabilitar esta enfermedad biológica mental, la cultura de dietas y la gordofobia tatuada con fuego en el cerebro de todas las personas.

De cierta forma, no todas las personas que viven situaciones similares sí o sí van a gatillar un TCA. Pero si tú tienes antecedentes genéticos, un historial familiar propenso a tener esta enfermedad, se convierte en una bomba de tiempo en tu cabeza lista para ser detonada por factores psicológicos externos como son las redes sociales, la publicidad o la sociocultura.

Nunca tuve conciencia de lo que estaba haciendo. Y lo digo con todo el dolor de mi alma, avergonzada y arrepentida. Nunca fui muy consciente de mis pensamientos, de mis acciones y fui muy gordofóbica y violenta conmigo y los demás.

Comencé con un trastorno restrictivo y rumiación en mi infancia. Luego se convirtió en una anorexia nerviosa que posteriormente pasó a una bulimia nerviosa con conductas purgativas, tales como el consumo de pastillas y ejercicio compensatorio.

Cuando creí que todo estaba en orden y comía de una manera muy estructurada, no era más bien que una ortorexia. Finalmente, debido a una vida completa de restricción alimentaria mental y nutricional, parten los atracones y sufro de trastorno de atracón.

Llegué a ser influencer del mundo del fitness. Fui referente para muchas adolescentes, donde lo que se ve es un mundo perfecto y lo que se esconde es una enfermedad grave, biológica mental que, desnutre tu cerebro y genera múltiples fallas a nivel orgánico en tu cuerpo.

Es decir, era una “figura pública” en redes sociales ¡muy, pero muy enferma! y ese tipo de personas, como lo fui yo, no son referentes a seguir.

Mi enfermedad y mi familia

Recuerdo a mis 10 años que mi mamá me llevó al pediatra por mis constantes dolores de estómago y porque era una niña muy nerviosa.

bárbara y familia
El médico, delante de mío, le dice a mi mamá que yo tenía anorexia. No sabía lo que era eso, pero seguramente no era algo bueno porque mi mamá lo negó diciendo que yo sí comía. Desde ese entonces nunca más se volvió hablar del tema.

Creo que mis padres y mi entorno familiar no se dio cuenta porque estar a dieta, ser delgado y gordofóbico, es algo normalizado en mi entorno.

De hecho, actualmente mi familia no me ha preguntado por mi TCA y mi recuperación. Pero no los culpo. Ellos son sólo un reflejo de cómo estamos como sociedad y lo hicieron lo mejor que pudieron.

“No quiero morir, sin vivir

Recién a mis 25 años me di cuenta que algo no estaba bien. A los 26, mientras estaba en uno de los peores panoramas de mi vida -como era el comer- observo a una chica comer en el mismo restaurant sin preocupaciones. Desde ese momento me cuestioné por qué yo no podía sentirme igual.

¿Por qué no podía vivir sin una voz en mi cabeza constante? ¿Por qué mi vida siempre tenía que girar en torno a cómo se veía mi cuerpo y qué comer y qué no? Entonces decidí buscar ayuda, por primera vez, bajo mi voluntad.

Desde pequeña fui la típica persona que acudía a urgencia y me dejaban internada por dolores, pero los resultados de todos los exámenes siempre decían lo mismo: no tenía nada, salvo déficits de vitaminas, por lo que me recomendaban dieta blanda, suplementos alimenticios y descanso. ¡De todas las veces que estuve internada ningún profesional me diagnosticó!

Recuerdo una vez que me internaron porque me sentía muy mal y no podía ir al baño. Yo sabía que eran las pastillas que tomaba para bajar de peso, pero tampoco ningún médico me cuestionó o me prohibió tomarlas. Incluso me hacían caso cuando yo les pauteaba lo que quería comer en la clínica porque inclusive internada yo restringía mi comida.

Estuve con ¡amenorrea hipotalámica alrededor de 10 años de mi vida y tampoco me diagnosticaron! Tuve ideaciones suicidas y tampoco me diagnosticaron.

Fui a un médico especialista en intervenciones estéticas y -siendo una persona con un cuerpo delgado- le pedí que me operara para ser más delgada, y estuvo dispuesto hacerlo. No lo hice porque la recuperación requería que no me iba poder mover, y si yo no me movía, mi TCA me consumía.

Cuando yo decidí pedir ayuda fui diagnosticada de TDAH (Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad) y ansiedad, pero aun así, seguían sin diagnosticar mi TCA.

Llegó un momento que me di cuenta que este camino lo iba tener que recorrer sola. Tenía la ventaja de estar terminando mi carrera de psicóloga y contar con algunas herramientas. Si bien no es lo óptimo, era lo que en ese entonces tenía.

El camino hacia mi recuperación

Mi recuperación, por fin, comienza a mis 26 años y recién a los 29 años pude decirme que el TCA ya no estaba conmigo.

Bárbara 1
Investigué, leí, hice diplomados, cursos, talleres, me eduqué de manera autodidacta y ahí me di cuenta que el sistema educacional en torno a los TCA, en las universidades, es muy precaria.

También me llevé muchas desilusiones de profesionales especialistas en TCA, ya que sólo hablaban de la teoría, sin ni siquiera saber muy bien cómo se vive y se siente un trastorno así.

¿Tuve recaídas? ¡Claro que sí! Constantemente, muchas, a veces pensaba que era más fácil morir que continuar con esta lucha.

Fueron 3 años que no recuerdo mucho, sólo me acuerdo de que, cuando estaba a punto de rendirme, volvía a intentarlo. El volver a intentarlo tantas veces me fue entregando las herramientas para al fin comenzar a sentir lo que era la “libertad” de este secuestro mental.

Estaba decidida a vivir sin TCA: “¡Yo no quiero morir de esto”, pensaba. No quiero morir odiando mi cuerpo, sintiendo culpa por comer. No quiero morir SIN VIVIR!

Mi experiencia como sobreviviente

Mi experiencia como sobreviviente de TCA y mis 5 años como psicóloga clínica en el psicodiagnóstico, tratamiento y rehabilitación de esta enfermedad, me da la posición de informar que si una persona fue dada de alta de su tratamiento y siente que aprendió a vivir con ello, es porque aún no se ha recuperado.

Puede que la enfermedad esté menos activa o que la voz del TCA no hable tan fuerte, pero continúa ahí.
La recuperación de un TCA no es un check list o una meta a cumplir. La recuperación es un proceso personal, individual y único en cada persona, donde debe estar acompañado, contenido y guiado por su red de apoyo y su equipo multidisciplinario.

Estoy segura de informar que la rehabilitación y recuperación no debe ser pesocentrista. No podemos esperar recuperarnos de la misma forma que nos enfermamos.

¡La recuperación total existe! y quiero que lo sepan, pero es un responsabilidad personal, familiar y sobre todo social.

La sociedad también es responsable de prevenir y rehabilitar esta enfermedad, de ahí la importancia de la #leytca propulsada por profesionales de la salud sobrevivientes de esta patología.

Mientras continuemos guiados por la industria farmacéutica, con sus productos para bajar de peso; la industria alimentaria, categorizando los alimentos; la cultura de la dieta, restringiéndonos de comer; la violencia estética, promocionando mutilar partes de tu cuerpo sano para verte delgada y la industria del fitness, haciéndote contar calorías y fatigando tu cuerpo para bajar de peso. ¿Así? Así vamos a continuar perpetuando y oprimiendo la importancia de la salud mental y la existencia de la diversidad corporal. ¡La salud existe en todos los cuerpos y no hay salud sin salud mental!

Mi visión como psicóloga clínica

Observo todos los días cómo está inserto de manera cotidiana conductas de riesgo en nosotros y también creo fielmente que el mundo no cambia con nuestra opinión, sino que con nuestra acción.

Son las acciones que nos llevan a mejorar y aprender a manejar de mejor manera situaciones y es importante aprender a establecer límites de autocuidado a uno mismo, a los demás y de manera sociocultural.

Actualmente estamos pasando por una crisis en salud mental y los profesionales de la salud mental no estamos dando abasto. Hoy, todas las personas no cuentan con los recursos para financiar un tratamiento multidisciplinario, que es lo necesario, para la recuperación.

Hay muchas personas que necesitan apoyo en salud mental, y psicólogos hay, el problema es que la mayoría somos de salud privada, no porque no queramos estar en la salud pública, sino que no hay vacantes.

Los profesionales de la salud en salud pública están colapsados, hay personas con TCA que necesitan atención de manera urgente y no están teniendo cupo para sesiones y tampoco la salud pública cuenta con especialistas.

Es urgente que se aumenten los recursos para salud mental en el ámbito público y que se aumenten los especialistas. El acceso a salud mental no debe ser un privilegio de un sector socioeconómico.

El acceso a salud es un derecho, pero el acceso a salud mental es una obligación porque el aumento de casos de riesgo y suicidios es preocupante.

Como experta en TCA, si bien es una enfermedad compleja de tratar y abordar, para mí es un camino maravilloso de transitar juntos a mis pacientes y acompañar a las personas en su proceso de recuperación le da el sentido a mi trabajo.

Mis pacientes son mis guías y maestros para mantenerme en constante aprendizaje y sólida como activista en la visibilidad y prevención de los trastornos de la conducta alimentaria.

¿Qué consejo darías a las personas que están pasando lo mismo que tu viviste?

En mi camino como terapeuta, he aprendido que las palabras son muy importantes, por lo mismo me es difícil entregar un mensaje general de un sufrimiento tan personal.

Quiero transmitir que te entiendo, que empatizo con lo que pasas, que te creo y que busques ayuda.
Muchas veces vemos nuestro TCA como un enemigo, pero a veces nuestro cerebro “decide” crear una enfermedad mental para protegernos. A veces es más fácil pensar en nuestros cuerpos y la comida que lidiar con nuestro dolor psíquico.

Debes elegir si estas dispuesta a vivir sin tu TCA y comenzar un proceso de recuperación, de desconstrucción, autoconocimiento y de reidentidad.

¿Es fácil? No, recuperarse es casi igual de difícil que mantenerse en la misma enfermedad, pero desde el momento que decides recuperarte. Ya no estás sola.

¡Te invito a creer en ti, a creer en la estructura de tu proceso y al fin vivir libre de culpas, miedos y odio!

Bárbara Valverde Brandt
Psicóloga clínica, especialista en Trastornos de Conducta Alimentaria TCA
Comunidad Igbtq+ y neurodivergencias


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